lunes, 19 de abril de 2010

Los ojos de los pobres - Charles Baudelaire

¡Ah! quiere usted saber por qué la odio hoy. Sin duda le será menos fácil comprenderlo que a mí explicarlo; porque usted es, creo yo, el más bello ejemplo de impermeabilidad femenina que pueda encontrarse.

Habíamos pasado juntos una larga jornada que me parecía corta. Tanto nos habíamos prometido que todos nuestros pensamientos nos serían comunes al uno y a la otra, y que en adelante nuestras dos almas no serían sino una; un sueño que no tiene nada de original, después de todo, si no es que, soñado por todos los hombres, no ha sido realizado por ninguno.

De noche, un poco fatigada, usted quiso sentarse ante un café nuevo que hacía la esquina de un boulevard nuevo, aún lleno de gravilla y mostrando ya gloriosamente sus esplendores inacabados. El café refulgía. El mismo gas desplegaba ahí todo el ardor de un estreno, e iluminaba con toda su fuerza los muros cegadores de blancura, las deslumbrantes sábanas de los espejos, los oros de las baguettes y de las cornisas, los pajes de rollizas mejillas tirados por perros con correas, las damas riendo al halcón posado sobre el puño, las ninfas y las diosas portando sobre su cabeza los frutos, los pasteles y piezas de caza, las Hebes y los Ganímedes presentando a brazo tendido la pequeña ánfora bávara o el obelisco bicolor de los helados empenachados; toda la mitología y toda la historia puestas al servicio de la glotonería.

Justo frente a nosotros, sobre la banqueta, estaba plantado un hombre aguerrido de una cuarentena de años, con rostro fatigado, con barba grisácea, llevando en una mano a un pequeño muchacho y cargando con el otro brazo a un ser demasiado débil para caminar. Desempeñaba el oficio de sirvienta y hacía tomar a sus muchachos el aire de la noche. Todos en andrajos. Esas tres caras estaban extraordinariamente serias, y sus seis ojos contemplaban fijamente el café nuevo con igual admiración, pero matizada diversamente por la edad.

Los ojos del padre decían: "¡Qué hermoso es! ¡Qué hermoso es! Se diría que todo el oro del pobre mundo ha venido a posarse sobre estos muros." Los ojos del pequeño muchacho: "¡Qué hermoso es! ¡Qué hermoso es! Pero es una casa donde sólo puede entrar la gente que no es como nosotros." En cuanto a los ojos del más pequeño, estaban demasiado fascinados para expresar otra cosa que una alegría estúpida y profunda.

Los cancioneros dicen que el placer hace al alma buena y ablanda el corazón. La canción tenía razón esa noche allí, en lo que a mí concierne. No sólo estaba yo enternecido por esa familia de ojos, sino me sentía un poco avergonzado de nuestros vasos y nuestras garrafas, más grandes que nuestra sed. Yo volteaba mis miradas hacia las de usted, querido amor, para leer ahí mi pensamiento; me sumergía en sus ojos tan hermosos y tan extrañamente afables, en sus ojos verdes, habitados por el Capricho e inspirados por la Luna, cuando usted me dijo: "¡Esas personas de allí me son insoportables con sus ojos abiertos como puertas de cochera!" ¿No podría usted rogar al dueño del café los aparte de aquí?"

Tan difícil es entenderse, mi querido ángel, y tan incomunicable es el pensamiento, ¡incluso entre gente que se ama!

miércoles, 14 de abril de 2010

peter pan

All children, except one, grow up. They soon know that they will grow up, and the way Wendy knew was this. One day when she was two years old she was playing in a garden, and she plucked another flower and ran with it to her mother. I suppose she must have looked rather delightful, for Mrs. Darling put her hand to her heart and cried, "Oh, why can't you remain like this for ever!" This was all that passed between them on the subject, but henceforth Wendy knew that she must grow up. You always know after you are two. Two is the beginning of the end.