Encontrar una identificación después de tanto desencuentro es un placer poco usual. El problema es cuando ese reflejo no es el que queres, el problema está cuando ese reflejo es el que te hace mal. Mirarse al espejo y no verse, ver un ser completamente diferente. Ver lo oscuro, la maldad.
Qué es lo que tengo que hacer? Salir a la vida sin reflejos, afrontarlo o simplemente no salir?
Quiero poder sentirme en paz, quiero hallarla. Poder despertarme una mañana (ya sea de verano o invierno, de primavera o verano) y mirarme al espejo sintiendome plenamente yo. Vuelvo a la incognita de unos meses atrás, necesitamos que los demás llenen nuestra taza de té? Yo me rehuso, otra vez, si otra vez, a pensar que esto sea asi. Estoy segura que soy yo.
No sé ni dónde ni cuando perdí esa plenitud. No sé si fue una noche de verano, no sé si fue un viaje de vuelta. No lo sé, pero tampoco me importa porque sé que en el lugar donde esté ya no está más, porque sé que no es una re-construcción sino una construcción, un empezar de cero y así, poder verme al espejo y sentirme plenamente feliz. viviendo y riendo.
1 comentario:
-- "... Claro, tu me conoces por mi rostro, tu me conoces como rostro y nunca me has conocido de otro modo. Por eso no se te podía ocurrir que mi rostro no soy yo"
-- ¿Cómo que tu rostro no eres tu? ¿Quién está detrás de tu rostro?
-- Imagínate que vivieras en un mundo en el que no hay espejos. Soñarías con tu rostro y te lo imaginarías como reflejo exterior de lo que hay dentro de ti. Y después, cuando tuvieras 40 años, alguien te pondría por primera vez en la vida un espejo delante. ¡Imagínate el susto! Verías un rostro completamente extraño. Y sabrías con claridad lo que no eres capaz de comprender: tu rostro no eres tu".
"El rostro es como el nombre, no sabemos cuando surgió y cómo lo adquirió algún antepasado lejano. No entendemos en absoluto nuestro nombre, no sabemos su historia y sin embargo lo llevamos con exaltada fidelidad, nos confundimos con el, nos gusta, estamos ridículamente orgullosos de él, como si lo hubiéramos inventado en un momento de genial inspiración. Con el rostro, que es como el nombre, sucede que, en algún momento al final de mi infancia, estuve tanto tiempo mirándome al espejo que al final me convencí de que lo que veía era yo. Recuerdo esa época muy vagamente, pero sé que descubrir el yo tuvo que haber sido embriagador. Pero después llega el momento en que te miras al espejo y te preguntas: ¿esto soy yo? ¿y por qué? ¿por qué me he solidarizado con ésto? ¿y a mí que me importa este rostro? Y en ese momento todo empieza a hundirse"
Publicar un comentario